martes, 26 de enero de 2010

Animales!!!!

Era un día normal, la lucha en el centro por conseguir un lugar para estacionarse y de pronto, veo que un animal viene hacia mí, en sentido contrario, en una calle angosta donde apenas queda lugar para circular entre la pared y los vehículos estacionados y éste que venía no paraba su camino.

Detrás de ese animal venía otro igual y no me quedó de otra más que detenerme y esperar a ver qué pasaba.

Yo podía ver en sus ojos la intención de no detenerse, estaban libres y decididos a continuar a pesar del tráfico, la gente, los peatones y los conductores que los veíamos avanzar en sentido contrario por el centro.

Definitivamente no podía hacerles cambio de luces porque se podrían alterar, pitar tampoco era una opción porque no quería que reaccionaran dando golpes. Tanto loco que anda suelto por la calle y estos podrían ser nerviosos y violentos.

Detrás de mi ya había otro coche que no alcanzaba a entender porqué me detuve y entorpecía el tráfico que trataba de seguir circulando y empezó a pitar.

Yo definitivamente no tuve otra alternativa más que cerrar mi ventanilla, bajarle al radio, quedarme quietecita y esperar a que los dos animales pasaran, aunque tengo que confesar que sentí algo de temor.

En medio de la jungla urbana en que se ha convertido la capital del Estado, lo que menos se ve es a dos caballos castaños, flacos y sueltos andando por ahí sin dueño ni nada, caminando en sentido contrario por las calles del centro abarrotadas de vehículos.

Al primero, un caballo castaño, de pelaje muy claro, se le podía ver un mecate rojo reventado que traía colgando aún del cuello y enredado en la crin, al segundo, un caballo castaño rojizo se le podía ver un mecate similar, amarrado a uno de los tobillos.

Ambos animales flacos, sucios y desconcertados caminaban por las calles en medio de los vehículos libres, sin nadie que los golpeara ni los jalara, con la libertad incluso para mordisquear las bolsas de basura que encontraban por las calles del centro.

La impresión era tremenda, uno que vive en la ciudad no está acostumbrado a ver animales sueltos por la calle, al menos no de ese tipo, regularmente están vestidos y van a bordo de camiones, taxis, coches particulares o motos.

Entonces la sorpresa le dejó el espacio a la curiosidad y me apresuré darle nuevamente la vuelta a la manzana, esta sería la quinta del día pero la primera por los animales, y corrí a darles nuevamente el encuentro y esta vez ya estaban subiendo insurgentes.

Ambos iban con su paso lento y rítmico, mostrando sus huesos bajo la piel y esquivando vehículos, cuyos ocupantes volteaban a verlos, les tomaban fotos y hasta sacaban las manos para acariciarlos.

Eso me hizo preguntarme, ¿Qué tan lejos hemos llegado que nos sorprende ver a un caballo flaco en la ciudad?, ¿Cómo podemos sorprendernos de verlos?.

Esto me enseñó que nuestra capacidad de asombro simplemente no se acaba, solo cambia, pues ahora lo que no nos sorprende es ver gente pasándose un alto o coches estacionados en las rampas para discapacitados, pero sí nos sorprende ver a un par de caballos sueltos caminando en el centro, en sentido contrario a nosotros.



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